Eurovisión es, desde hace décadas, un evento que va más allá de la música. El festival europeo se ha consolidado como un espacio donde confluyen culturas, identidades, emociones… y también reivindicaciones. Entre ellas, la de la representación de las personas con discapacidad, que ha tenido en el escenario eurovisivo una plataforma única para mostrar su talento y romper estereotipos.
Uno de los ejemplos más destacados es el del cantante Serafín Zubiri, quien representó a España en dos ediciones: en 1992 con Todo esto es la música y en 2000 con Colgado de un sueño. Zubiri, persona con ceguera de nacimiento, logró situarse en los puestos 14.º y 18.º, respectivamente. Su participación no solo evidenció su calidad vocal y carisma escénico, sino que también visibilizó el papel de las personas con discapacidad en el panorama musical nacional e internacional.
España no ha sido la única en incluir en su delegación a artistas con discapacidad. En 2002, la alemana Corinna May, también persona con ceguera, defendió su tema I Can’t Live Without Music, alcanzando el puesto 21.º. La artista, conocida en su país por su versatilidad y compromiso social, puso sobre la mesa la necesidad de una industria musical más inclusiva.
En 2015, la representante de Polonia, Monika Kuszyńska, volvió a situar la discapacidad en el foco mediático al subirse al escenario de Viena en silla de ruedas. Su tema In the Name of Love, una balada cargada de emoción y mensaje social, le valió el puesto 23.º, pero sobre todo, el reconocimiento por su valentía y autenticidad.
Más recientemente, en 2022, el suizo Marius Bear, persona con pérdida auditiva, emocionó a Europa con Boys Do Cry, una interpretación sensible que puso en valor la expresión emocional desde la vulnerabilidad masculina. Alcanzó el puesto 17.º y conectó con una audiencia que valora cada vez más la autenticidad en escena.
¿Un festival accesible?
A pesar de estos pasos, aún queda camino por recorrer para que Eurovisión sea un festival plenamente accesible, tanto para el público como para las y los artistas. Existen mejoras en marcha, como el uso de subtitulados, lengua de signos o realización inclusiva en las emisiones, pero la accesibilidad sigue siendo un reto pendiente en muchos aspectos: físicos, sensoriales y comunicativos.
Sin embargo, ejemplos como los mencionados abren la puerta a una nueva visión del festival: una donde la música es también una herramienta para el cambio social, la inclusión y el reconocimiento del talento en todas sus formas.
Porque la música, como la diversidad, nos une.